
La historia es bastante conocida, la clandestina historia de amor que se fragua entre Isolda, unida en matrimonio con el rey Marke en un intento de este último por dotar de cierta unidad a los distintos clanes bretones, y uno de sus más fieles caballeros, Tristán.
Esta adaptación del clásico drama romántico resulta cargante y su estética recuerda a los anuncios publicitarios de colonia. Además, por si fuera poco, resulta pobre de medios, muy pobre. Lo mínimo que se le puede pedir a este tipo de superproducciones norteamericanas son dólares. No sé si se los gastaron y si los gastaron mal, pero el resultado es lamentable: las batallas del rey de Irlanda contra las tribus de Inglaterra resultan ser combates de 30 o 40 tipos contra otros tantos; los castillos medievales resultan ser una torrecita y una empalizada de cuatro palitos; pero lo más gracioso es que Irlanda e Inglaterra parecen estar situadas a un par de kilómetros. Penoso.
Si la faceta de espectáculo es nula, la parte del guión donde intervienen los actores es muy floja. James Franco (Tristán) se pasa toda la peli con su cara inexpresiva que no transmite nada. Un guapito para quinceañeras, cuyas dotes dramáticas son difíciles de encontrar. Sophia Myles (Isolda) está un poco mejor, pero tampoco es para echar cohetes. El único pasable es Rufus Sewel (lord Marke) que aporta templanza y solemnidad a su papel y es casi el único contrapunto fuerte a la ñoña historia de amor.
Lo dicho, esperad a que la echen en la tele y la veis en el cine de sobremesa. Aunque sería mejor que pudiérais conseguir "Los vikingos" de Richard Fleischer, con Kirk Douglas. O al menos "Braveheart". Y si no, también queda la opción de echarse una reparadora siestecita.